Los estudios antropológicos y arqueológicos nos muestran que la “actividad física” ha formado y forma parte de la vida de todos los pueblos y culturas. La civilización humana tiene sus orígenes inmediatos en la aparición del homo sapiens y tuvo en el homo movens y el homo hábilis sus más inmediatos predecesores. Todos los más prestigiosos científicos y estudiosos de los albores de la humanidad coinciden en que la supervivencia biológica de la especie humana no sólo fue consecuencia de una buena condición física, fuerza, velocidad, resistencia... sino también del dominio y perfección de sus capacidades locomotoras y manipuladoras, habilidades y destrezas, que le permitieron adaptarse y comenzar a dominar un entorno que presentábase bastante hostil.
Con la aparición sobre la faz de la tierra del homo sapiens-sapiens con características claramente diferenciadas, con relación a sus antecesores filogenéticos, sobre todo respecto a la capacidad de crear valores y normas, de concebir técnicas, de fabricar instrumentos, de organizar la vida social, de dominar la agricultura y el pastoreo, de inventar un lenguaje, etc., es decir, de generar “cultura”, aparece también la necesidad de hacerla extensible a los miembros de la sociedad y de transmitir todos aquellos logros considerados más significativos a las futuras generaciones: “socialización”.
Es en este concepto enculturizante donde aparecen los primeros indicios de una primitiva “cultura corporal y de las actividades físicas” manifestada principalmente, en forma de “habilidades y destrezas técnicas”, “danzas” y “juegos” y también la necesidad de transmitirlos y perpetuarlos: “educación”.
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